Comenzada la operación militar especial rusa contra Ucrania, desde Washington manifestaron que no iban a intervenir con soldados en la defensa del espacio ucraniano; en el corto plazo no se iban a involucrar en cambiar las relaciones de poder (militar) en contra de Rusia.
Pero rápido de reflejos, El presidente Joe Biden anunció prontamente un paquete de sanciones y controles de exportación coordinados con aliados europeos y asiáticos para castigar a Rusia por su invasión de Ucrania. Es así que impulsó el corte de suministros de semiconductores de alta tecnología a determinados sectores de la economía rusa, como la industria militar, la aeroespacial y la de tecnología marítima, una medida similar a la que en el pasado generó el bloqueo de los despachos de semiconductores hacia el gigante chino de telecomunicaciones Huawei.
¿Cómo afecta esto a los rusos? ¿Es tan fuerte el impacto que llegamos a señalarlo como algo tan importante, en un momento donde se habla de reacomodamientos geopolíticos, gasoductos, fronteras, bancos, Swift, etc?
Veamos el trasfondo de la cuestión. Actualmente los semiconductores son tan relevantes en la industria como lo fue el petróleo en los primeros años del siglo XX. Así, cualquier dispositivo electrónico (los que nos acompañan en el día a día) está conformado por microchips – ¿somos conscientes de que las lámparas led contienen unos chips llamados diodos, que emiten luz, o que cuando arrancamos un auto medianamente moderno tenemos chips en casi todos sus movimientos: arranque, transmisión, frenado, etc? -. Pues al igual que con el petróleo uno tiene distintas calidades de producto final y aplicaciones (asfalto, gasoil, naftas), existen también distintos tipos (y complejidades) en el diseño y producción de semiconductores. Se puede distinguir la complejidad de un semiconductor en su miniaturización: a medida que se hacen más pequeños pueden alojar mayor cantidad de componentes en un mismo espacio y, por ende, incrementar sus prestaciones.
En el presente, la tecnología de punta en semiconductores alcanza los 3 nanómetros (tres mil millonésimos de metro) y sólo la dominan dos empresas en el mundo: la taiwanesa TSMC -que a propósito concentra el 56% del mercado mundial de producción de semiconductores- y la surcoreana Samsung. Tanto Taiwan como Corea del Sur se encuentran bajo el ala de influencia de Estados Unidos y particularmente para producir microchips utilizan las máquinas que directa o indirectamente fabrican los norteamericanos. Sencillo: Estados Unidos ha bloqueado los despachos de cualquier producto que utilice tecnología norteamericana para su manufactura, y por lo tanto ni TSMC ni Samsung pueden venderle a Rusia sin ser sancionados desde Washington. Como Huawei lo ha sufrido, ahora lo va a sentir la industria de alta tecnología rusa. Y los rusos no tienen producción significativa de semiconductores.
Posiblemente en el día a día de la economía rusa, que ya ha comenzado a manifestar problemas de diversa índole, no se manifieste explicito este suceso. La realidad es que para proveerse de semiconductores de menor complejidad, Rusia podrá acudir a los chinos de SMIC, que le proveerán de todo tipo de microchips hasta la tecnología más avanzada que manejan, la de 14 nanómetros (ver gráfico), por lo que no tendrán mayores problemas en la industria de tecnología media.
El mayor problema se le va a presentar al complejo industrial militar, que es altamente dependiente de un chip llamado Elbrus, que es diseñado en Rusia pero que es producido en Taiwan, por TSMC. Es entonces altamente probable que en el futuro los bureau de diseño y fabricación del complejo industrial militar ruso tengan que contentarse con una tecnología al menos cinco años atrasada con respecto a lo último que maneja el mercado. Esto impactará sin dudas en los programas de desarrollo y/o en la performance de los sistemas de armas que desarrollen los rusos, otorgándole una importante ventaja a la producción occidental y china.
Un ejemplo podrían ser los programas de desarrollo de aviones de sexta generación, estos últimos caracterizados por operar en un ambiente inmersivo para el piloto, inteligencia artificial, mucho menor huella de radar, etc: se puede esperar que el modelo ruso el Mikoyan MIG-41, tenga severos problemas para salir a la luz y/o no tenga las prestaciones de sus proyectados rivales norteamericano (NGAD), inglés-sueco-italiano (Tempest), chino (J-28) o alemán-español-francés (FCAS), etc. El bloqueo en la entrega de semiconductores afectará también los productos rusos de Inteligencia Artificial y computación cuántica.
El Mikoyan MIG-41Gentileza: Zona Militar
La gran inquietud que surge de este escenario, que presenta muy altas probabilidades de ocurrencia, es saber si Rusia ha hecho bien los cálculos sobre los problemas que estas restricciones le traerán. Si los hizo, es esperable que sorprenda al mundo en unos años con productos de alta tecnología que utilicen semiconductores fabricados en China, país que le seguirá proveyendo.
Ahora, también el Kremlin habrá tenido que calcular que grado de dependencia de los chinos tendrá su economía high-tech. Y los rusos no son amigos de depender de nadie y saben que Beijing también es un adversario y competidor en diferentes arenas. Si estos factores han sido minimizados o pasados por alto, Rusia a mediano plazo ya habrá perdido la guerra.
Fuente: Ámbito